Pidiendo asilo ciclista, #noalcascoobligatorio

Ayer jueves acudí a la llamada de la asociación Pedalibre y que se hacía eco de otros movimientos en ciudades de la geografía española: Acudir a embajadas europeas a pediar «asilo ciclista» como protesta por el borrador enviado por la DGT al Ministerio del Interior que reforma el Reglamento General de Circulación y que contempla, entre otras medidas, el uso de casco obligatorio para los ciclistas.

Mi postura es clara, y no es una cuestión de estética, tozudez o insensatez, si me demuestran que el casco es seguro y me va a salvar la vida cuando un coche me atropelle con datos y estudios, seré el primero en llevarlo y promoverlo. Hasta entonces, seguiré como hasta ahora, cuando salgo a hacer rutas de MTB y con la de carretera por el Carril Bici de Colmenar lo llevaré, pero si voy a moverme por Madrid, me ahorraré el casco. ¿Por qué? Muy sencillo, en los dos primeros casos me expongo a una caída, momento para el que el casco me va a salvar de heridas y de algún traumatismo más o menos severo porque su diseño está hecho para una determinada velocidad y altura. Velocidad que cuando cojo mi bici de montaña no sobrepaso, y es que si yo descendiera como lo hacen otros llevaría un integral con refuerzo del tipo Moveo, que es lo que hacen los profesionales. Y con la de carretera porque, igualmente sólo me expongo a una caída, no a un atropello. Todos sabemos de sobra que los accidentes con consecuencias mortales se han producido en su inmensa mayoría en vías interurbanas, que ya contemplan la obligatoriedad del casco, y con ciclistas semi-profesionales involucrados, que además llevaban casco. ¿Eso les salvo la vida? Rotundamente NO. Les habría salvado la vida un control de alcoholemia de la Guardia Civil en el sitio oportuno. O una educación vial que concienciara al conductor para no coger el coche con dos (o tres, o cuatro) copas demás.

Dicho esto, vuelvo al acto de protesta de ayer. La convocatoria, a las 17:00 fue mucho menos numerosa que la que se hizo por el fallecimiento de Iñaki Lejarreta. Nos juntamos en Plaza de Castila poco más de una veintena de ciclistas urbanos, pusimos los carteles que nos facilitaron desde Pedalibre y nos encaminamos a la embajada de Holanda, situada en Torre Espacio. Allí no encontraron a ningún diplomático que pudiera salir a recibirnos, así que dejaron una carta, y a por el siguiente destino. La verdad es que las emabajadas no quisieron participar de nuestra protesta, supongo que pensarán que se trata de un asunto local en el que tampoco pintan mucho, y aunque puede que tengan razón, creo que a ojos del ministerio del interior deberían pintar más.

Si vamos camino de ser el único país de la Unión Europea que va a legislar en favor del casco obligatorio, pero a la vez somos el país con menos usuarios de la bici, y en el que más muertes se producen, es que algo no estamos haciendo bien. Y en mi humilde opinión, no se trata del tema del casco.

Y para «romper una lanza» a favor de aquellos que creen que la medida del casco es una medida en pro de la seguridad de los ciclistas, quiero añadir que en otros países del mundo se congratulan cuando organizan un evento y la mayoría de ciclistas llevan casco aunque no sea obligatorio… Pero creo que el problema es que en esos países, como no se producen apenas atropellos, y el uso de la bicicleta es mucho más amplio, se les ha olvidado que el casco, como elemento de seguridad pasiva está en un segundo plano por detrás del mayor número de ciclistas, de la educación vial y respeto por el ciclista que tienen sus conductores.

Veremos como acaba todo esto, de momento, la cosa no pinta muy bien.

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