«Estás muy equivocado»

Hace ya unas semanas, cuando en Madrid empezaba a apretar el calor estival en una de las primeras olas de calor de este año, volvía a casa por mi ruta habitual (Paseo del Prado, Castellana…) cuando, a la altura de Cibeles, veo a un ciclista circulando por el carril bus. Le doy alcance, le observo, me mira, llegamos parejos al primer semáforo de Paseo del Prado que, se salta (no venían coches), para continuar después por la acera a la altura de la Biblioteca Nacional (ese tramo que se estrecha antes de Colón que, la verdad, es bastante incómodo), bajar a la calzada y saltarse el semáforo del cruce con Jorge Juan.

Habitualmente no me da por «hacer de Spiderman» ciclista… Pero esta vez decidí «saludar» a este compañero ciclista. Aprieto un poco y le alcanzo a la altura de las oficinas centrales de Deutsche Bank aproximadamente. La conversación transcurrió, más o menos, de la siguiente manera:

  • Yo: «¡Hola! ¿qué tal?» (tengo que decir que llegaba jadeando un poco porque después de saltarse los dos semáforos me sacaba bastante distancia)
  • Ciclista: (Sorprendido) «Bien… Bueno… ya ves, un poco jodido por tener que ir por aquí…» (Pensaba que iba a hacer referencia al calor, pero entiendo que se refería a la calzada)
  • Yo: «¿Sabes que te has saltado dos semáforos, circulado por el carril bus y por la acera?»
  • Ciclista: (Más sorprendido todavía) «Si, claro… Con la bici… En Paris con la bici…»
  • Yo: «Ya, ya. He estado en París. Pero esto no es París y hay que respetar las normas que tenemos…»
  • Ciclista: (De sorprendido a indignado) «Espera un momento… ¿Me estás echando la bronca?»
  • Yo: «Si, claro…»
  • Ciclista: (Ya realmente indignado) «¿Tú que montas en bici me estás echando la bronca?»
  • Yo: «Hombre, es que nosotros debemos ser los primeros en respetar las normas si queremos que los coches las respeten»
  • Ciclista: «¡No me compares!»
  • Yo: «A ver, luego querrás que un coche no se salte semáforos, respete la distancia, señalice…»
  • Ciclista: «¡No tiene nada que ver un coche con una bicicleta! Y en París las bicis…»
  • Yo: «Evidentemente no, pero las normas que tenemos son para todos, si tú te las saltas quién te dice que un coche no se las pueda saltar…». En este momento ya estábamos en la plaza de Gregorio Marañón, había tráfico que giraba hacia María de Molina y la situación era un poco compleja, con otro ciclista y un semáforo a punto de ponerse en verde (que también se saltó mi «amigo»). Total que me gana otra vez unos metros, pero como yo ya iba encendido por el «debate», volví a apretar para cogerle.
  • Ciclista: «¡Estás muy equivocado! ¡No puedes comparar una bicicleta con un coche!»
  • Yo: «Claro que no, pero las normas…»
  • Ciclista: «¡Estás muy equivocado!» Mientras se mete por el paso de cebra frente al Museo de Ciencias Naturales, sin bajar de la bici, acelerando, para, supongo ir hacia Ríos Rosas… Y así es donde terminó este debate.

Mis amigos me dicen que hago muy bien llamando la atención a ciclistas, pero que me arriesgo a que un día a uno se le cruce un cable y me agreda. La verdad es que eso no me da miedo. No por nada, pero confío en la gente y en su educación… Y creo que un incidente así no se da así porque sí. Y yo siempre me dirijo a la gente con educación y respeto.

Pero independientemente de mi integridad física, este debate me llamó la atención acerca del encabezonamiento de algunos. Y no me refiero al carril bici que, entiendo, a este señor le gustaría disfrutar para no tener que «sufrir» los semáforos ni el tráfico. Me refiero a la justificación que hace de sus infracciones y su postura de «no soy yo, son los demás los que se equivocan».

Y es que no es una cuestión de lo que se hace en otras ciudades, la clave tampoco es si un coche son toneladas de acero peligrosas para nuestra integridad, es una cuestión de educación, respeto por los demás (que sí están cumpliendo las normas) y convivencia. Nos guste o no, estemos a favor de la calzada o el carril bici, no podemos poner el grito en el cielo si un coche no señaliza un giro, no respeta un ceda o bien no nos ve al entrar en una rotonda… Y luego ser nosotros los que atravesamos la ciudad por donde nos da la gana pensando que esas normas son para otros. Una pena.

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