Ayer, después de una semana que por el resfriado y el mal tiempo decidí limitar mis desplazamientos en bici al Cercanías para ir a trabajar, decidí aprovechar la vuelta del «buen tiempo» para volver a ir pedaleando al trabajo.
Antes de empezar con la historia, quiero advertir que no soy de esos ciclistas urbanos que cumplen las leyes a rajatabla, ni estoy obsesionado con según qué cosas. Y se que no hago bien, primero por mi seguridad, segundo por dar ejemplo. Quiero decir, por un lado si, siempre voy por la calzada, en muy raras excepciones voy pedaleando por la acera, incluso soy de los que va empujando la bici si voy por la acera. Pero por otro lado cuando estoy en un semáforo, si hay visibilidad suficiente, si no viene ningún coche y veo que hay peatones cruzando del lado del que vendrían los coches, me salto el semáforo. También soy de los que, por romper en cierto modo la rutina, me pongo un casco con música, bien bajito porque no me gusta anular un sentido a la hora de circular. Eso si, bajo ningún concepto me pongo a tocar el móvil mientras estoy circulando. Se que estas dos cosas además de estar matizadas son ilegales, y que están mal, que no estoy predicando con el ejemplo. Y tampoco voy a justificarlo.
Dicho esto, entramos en la parte de la ropa. De día no suelo llevar prendas reflectantes. De noche y en condiciones tipo niebla o lluvia, siempre llevo conmigo cuatro cintas reflectantes que me coloco en piernas y brazos. También tengo mis luces blackburn, incluso con pilas de repuesto por si acaso para cuando se hace de noche. Hasta aquí todo bien.
Bien, pues hace unos días, en mi ruta habitual, que incluye salir de Las Tablas a la Avda. de Burgos, justo a la vía de servicio donde termina esta Avenida, como siempre me incorporo al arcén, un arcén de más de metro y medio donde no suele haber ningún problema y que incluso es usado en contradirección para entrar en Las Tablas sin inconvenientes. Como vengo de un tramo con algo de pendiente, es un momento en el que se recupera un poco el aliento y se coge ritmo para ese tramo llano de apenas 500 metros hasta la calle Bambú, y ese día había mucho tráfico. Estaba especialmente atascado tanto el acceso como la vía de servicio de la carretera de Burgos. Cuando nada más incorporarme se pone a mi altura y mi velocidad un motorista:
Motorista desconocido: «No se te ve nada»
Yo: «¿Cómo?»
Motorista: «Que no se te ve nada…»
Yo (muy extrañado): «¿?…»
Motorista: «Anda que eres muy ciclista chaval…»
Acto seguido, el motorista se cruza dos carriles sin apenas mirar y levantando la mano para salir de la vía de servicio en dirección M-30, Avenida de la Ilustración o Plaza de Castilla.
Evidentemente su última frase fue en tono irónico. La situación era a las 9:40 de la mañana, con el día nublado pero con visibilidad suficiente, y yo iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta negra. Sin luces porque era de día.
Y claro, ya tuve para pensar toda la ruta… ¿Tengo que ir vestido como un árbol de navidad para que se me vea? ¿Acaso me crucé en su camino y le sentó mal? Porque mi incorporación a la vía de servicio es directamente al arcén, en ningún momento me pongo ni siquiera cerca de los coches que pueden venir. Y detrás mío no venía seguro porque había una larga cola de coches. ¿O lo mismo para saltarse el atasco quería coger el arcén y al ir circulando yo por este no pudo? Tampoco tiene mucho sentido porque después cogió el desvío que está a la izquierda, y el arcén está a la derecha.
A lo mejor en lo que a ir vestido con reflectantes se refiere (este motorista iba enfundado en un chaleco de alta visibilidad) puede que tenga cierta razón. Los elementos reflectantes que suelo llevar de día se limitan a las piezas que hay en mi mochila y al forro interior del pantalón (de una conocida marca inglesa) que lleva un serigrafiado reflectante en su interior, y al darle la vuelta para que no se dañe con la cadena y platos queda visible. En todos el tiempo que llevo moviéndome en bici por Madrid nunca he tenido ni un percance, ni un susto, nunca me ha dado la impresión de que no me vieran, siempre y cuando yo circulase atento a las condiciones del tráfico y evitase situaciones en las que se me viera poco (evitar ángulos muertos, abrirme en el carril para que me vean los que se incorporan desde una perpendicular, estar atento a coches que no señalizan…).
Pero lo que de verdad me tiene sorprendido es el «derecho» que suele tener la gente a opinar o prejuzgar cuando vas en bici. Y por eso he decidido empezar a escribir estos posts con «aventuras» personales que me he encontrado en mi día a día. Para compartir estas experiencias que estoy seguro de que nos pasan a muchos en nuestro día a día ciclista y ver qué opina la gente.
Así que si algo tengo que agradecer a este motorista anónimo es el haberme dado una idea para el blog. Eso si, de día confío más en circular de manera «visible» que en unas luces (los LED apenas son visibles de día) o en unos reflectantes (estos son realmente fiables de noche).