Las paralizantes declaraciones de Manuela Carmena suponen un daño irreversible para el ciclismo urbano madrileño, un servicio impagable a los cochistas y un inesperado foco de conflictos en una calzada que avanzaba hacia la convivencia y el respeto. De no desdecirse, Carmena, como Manzano, ya tiene su frase ciclista lapidaria: “Las bicicletas, en cuesta, prácticamente, paralizan el tráfico”. Ana Botella, su antecesora en el cargo, pidió “respeto para el ciclista”.
Exclusión
Las nostálgicas explicaciones de Manuela con motivo de la nueva Gran Vía nos devuelven a la ominosa Edad del Manzano, la de las cuestas. Un estigma, un lastre, que BiciMAD había conseguido eliminar con sus alas de un plumazo. Ahora, la alcaldesa, les dice a todos los conductores de Madrid lo que no habían escuchado desde hacía muchos años. Les susurra que, en las cuestas, los ciclistas sin pedalada asistida, estorbamos. A ellos les da igual que seas joven o viejo, hombre o mujer, experto o inexperto. Somos tan, pero que tan lentos, que tendremos la culpa de que lleguen tarde al trabajo o a su cita con el médico ¡A ver quién es el santo varón que se sube una cuesta por el centro del carril, aguantando los rayos láser de los empoderados conductores!
Con todo, lo que hace Manuela es oficializar, sancionar, un proceso de exclusión ciclista que viene definido con claridad en la revisión de un Plan Director Ciclista, impuesto por DP (Decreto Participativo), y que contempla la segregación generalizada en las cuestas de Manzano. El de Sevilla, las usaba como excusa para que no entraras en la ciudad de los coches; La de Madrid, para que una generación desencadenada se aparte de ella. Mientras tanto, los técnicos municipales, asesorados por los maestros segregadores de GEA21, ya han esparcido por Ascao o avenida de los Toreros las primeras muestras de estos humillantes apartaderos, que se venden como pasadizos, y que tan sólo benefician al Tráfico. Porque, por si no quedaba claro, para los que nos gobiernan, los ciclistas urbanos, no somos Tráfico. En medio Madrid, somos demasiado lentos como para pasar el castin.
Así, de las bicicletas son para el verano y para la Casa de Campo, hemos pasado al “son para las bajadas”. De las bicicletas circulan por el centro del carril, al ponte a la derecha, lento de mierda. Curiosa manera esa de integrar, excluyendo, la bicicleta en la calzada, de convertirla en un medio de transporte alternativo a un coche que recupera, ya sin Esperanza, los galones. Intolerable que estos defensores de los derechos ciudadanos por distritos y por países, sigan silenciando que los nuevos carriles bici no son obligatorios. Denunciable, que la Autoridad y sus agentes no garanticen el derecho a circular fuera de ellos. Estos verde-morados de Ahora Madrid están «luchando» contra el coche apartando a los ciudadanos ciclistas de su camino y, como se barrunta en la Plaza de España que viene, subiéndolos a las zonas peatonales. El Cambio ciclista era un apartar y un subir. De meter, como casi siempre, lo justito.
Reforma
La valiente reforma de la Gran Vía, anticipada en el Abre Gran Vía de hace unos meses, es lo mejor que le puede pasar a una ciudad asfixiada por los coches. Si sale bien, se tratará de un referente en la manera de quitar espacio al coche, de dárselo a los peatones y de contener el tráfico de paso con una enorme APR central. Me sigue preocupando que una plataforma única con aceras tan amplias favorezca que los ciclistas circulen, como puñeteros cicleatones, por la puerta del Primark para librarse del atasco de la calzada. Y que esta epidemia de incivismo, incluso turístico, se extienda, como la peste, por las calles aledañas, ganadas al coche para siempre. Me quita el sueño el emplazamiento que tendrán los aparcabicis, una vez desterradas las motos.
El pasado día 20 de abril mantuvimos una reunión técnica para valorar las propuestas de integración de la bicicleta en este paraíso de convivencia en ciernes. Tal y como expliqué, se barajaron cuatro opciones, dos de ellas excluidas por indefendibles (carril bici bidireccional y segregación completa unidireccional), y otras dos bien definidas y apoyadas por los que venimos representando las diferentes sensibilidades del ciclismo urbano capitalino. La propuesta que se ha anunciado es una mezcla de estas dos que, como era de esperar, no ha dejado satisfecha a ninguna de las partes. Una decisión asimétrica, forzada por la dictadura de la cinta métrica, que no hará otra cosa que alimentar la incesante polémica que están provocando los corrales bici.
En la Gran Vía por la que he pasado esta misma mañana, hay tres carriles por sentido y, los ciclistas, subimos y bajamos por el centro del carril de la derecha, junto al reservado al bus-taxi. No hay limitación de velocidad a 30km/h, pero subimos con nuestra lenta comodidad porque los demás vehículos nos adelantan por el carril de la izquierda. Lo que se propone ahora es que, desde la calle Alcalá hasta Callao, que pierde un carril por sentido, los ciclistas subamos y bajemos por ciclocarriles 30 y que, desde Plaza de España, subamos por un estrecho carril bici segregado, entre el bus y resto de vehículos, y bajemos por un ciclocarril. El aumento y ensanchado de los pasos peatonales y la limitación de los vehículos autorizados para el tránsito, entre otras medidas calmantes, facilitarían que el ciclista no se sintiera presionado en las subidas como ocurre en una avenida de la Albufera abandonada a su suerte.
Así, para los más segregadores, encabezados por Pedalibre, y a falta de más madera, habría sido necesario que el carril bici estuviera en los dos tramos de subida. En buena lógica, si la pendiente es similar, uno no entiende, Manuela, cómo los ciclistas paralizamos el tráfico asimétricamente. Para los más integradores, representados por Madrid Ciclista, con los ciclocarriles y el calmado del tráfico, habría bastado. Se trataría de una solución coherente, pero que dejaría en evidencia a la mismísima alcaldesa y dinamitaría los castradores planes del subdirector Corral en el resto de la ciudad. Por su parte, Iván Villarrubia, de Enbicipormadrid, rompe la baraja y propone que la integración de la bicicleta se permita, también, por el carril bus. ¿Paralizando a los autobuses de la EMT y tragando Eau de Bus, en subida? No lo veo.
Calmado
El asunto del encaje, una vez más, pone entre la espada y la pared a los gestores de la movilidad ciclista madrileña. En mi opinión, el concejal Calvo tiene esta partida perdida: por centímetros y por concepto. Hay que tener en cuenta que cada centímetro que se suma al carril bici se le quita a los peatones, los verdaderos protagonistas de esta reforma, y que cada centímetro que se quita al carril bici, se le resta a un ciclista encajonado entre el bus y el coche. El seguir sosteniendo esta concesión a los sectores más casposos, sospecho que se trata de eso, sería de una torpeza supina. A un lado del Callao, los ciclistas, empoderados, marcando el ritmo de los coches: Al otro, ninguneados. ¡Cómo no van a creer en el Modelo Madrid, si la revolución se va a proyectar delante sus narices!
La reforma de la Gran Vía comenzará a principios de 2018. Para entonces, Manuela debe rectificar, decidir si los ciclistas urbanos calmamos el tráfico o si lo paralizamos. Lo primero, nos haría grandes, necesarios y más libres. Lo segundo, nos hundiría, otro poquito más, en la miseria de la segregación.
Por @deteibols
(Captura imagen destacada/Ayto. Madrid)