Por Carlos Blanco @deteibols
Madrid, a 1 de junio de 2018
Si en algo coincidimos los ciclistas urbanos de Madrid más avezados, es que la Ordenanza ciclista del 2010, la de Anabé en el ámbito del Plan Ciclista de Gallardón (2008/2016), nos empoderó como vehículos no motorizados en una calzada que, hasta entonces, estaba más lejos que la luna gracias a Álvarez del Manzano y su anti-bicismo. La circulación por el centro del carril, apoyada con una naciente/creciente red de ciclocarriles 30 y esa protección en los adelantamientos a los ciclistas, “cambiando de carril de circulación”, nos garantizaba, al menos legalmente, una seguridad sin precedentes a la hora de circular entre el resto de vehículos. Este par de detallazos pro-bici, así como el uso del carril de la izquierda para la realización de giros, sirvió a muchos de los ciclistas que usábamos la bicicleta como medio de transporte urbano para empoderarnos, crecernos, y, en poco tiempo, organizar un ciclismo urbano vehicular, excelentemente representado por la asociación Madrid Ciclista, y que tomó cuerpo bajo la denominación de Modelo Madrid.
En contraposición, un carrilbicismo casposo, acerabicero, cicleatonero, que hasta la llegada de Ahora Madrid, era el hazmerreír de la modernidad que representábamos los que creíamos que era posible transformar la ciudad de los coches, desde dentro, con nuestras bicicletas. Y todo ello, me parece conveniente resaltarlo en tiempos de ciclopopulismo, al margen de una ideología política determinada. Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que la Ordenanza del 2010 sentó las bases de un ciclismo urbano madrileño que no existía como tal, que, hasta entonces, había sido centrifugado de la calzada urbana a los parques por el Anillo: mucho más que una simple infra. Porque, los carriles bici, son mucho más que una simple infraestructura. Representan la normalización de la exclusión de los más vulnerables frente al poderoso y veloz, la pérdida de buena parte los derechos ciudadanos de movilidad y, por encima de todo, la asunción de la derrota frente a la ciudad de los coches.
Pero, no sólo fuimos los ciclistas. Sólos, no habríamos podido. Gracias a la campaña municipal “Nos mueve el respeto. Gracias Madrid”, los demás usuarios de la vía, de la calzada, comenzaron a aceptar, en general de buen grado, la presencia de ciclistas “en” y “entre” el tráfico. A asumir, que era mucho asumir, nuestra lentitud y nuestra vulnerabilidad. Y, los ciclistas, a nuestra vez, entendimos que no había otra manera de integrase en esta ciudad que no fuera bajo la premisa del respeto absoluto a esos peatones que somos nosotros mismos. Anabé, además, tuvo la enorme virtud de hablar a los automovilistas en su mismo idioma, y no como ahora Inés, que habla en una jerga pseudocochófoba y falsopeatonal que no entendemos una parte considerable de los ciudadanos ciclistas surgidos de aquella esperanzadora revolución, de aquella lucha por un derecho que nos habíamos ganado a pedaladas.
Si, porque pasar de la licra al vaquero, del domingo al lunes, del casco a la melena al viento, de la cuesta a la e-bike, en apenas un lustro, ha sido una revolución ciclista del copón que el Pavía de Linaza se ha apresurado a desactivar: participativamente, claro. No entienden que lo que les pasa es que no están convencidos de ganar, por eso, huyen, se apartan, encajan, usan al apestoso para expulsar al limpio y al ejemplar; Usan al fuerte para proteger, eso dicen, al débil. Unos traidores a la lucha ciudadana y unos mamporreros del lobby. Eso es lo que son.
Si, por que hasta la llegada de Ahora Madrid, se desprendía, se palpaba, que las aceras bici, esa infra “pepera”, obligatoria, estaban en extinción y que el respeto a nuestros convecinos los peatones iba en aumento. Se masticaba, que los ciclistas íbamos a tomar la calzada, con tiempo y en base a sólidos derechos, a costa de circular por el centro del carril cada día, y que sólo estábamos esperando un Mesías, una alcaldesa, que provocara ese tan beneficioso espaldarazo para la sostenibilidad de Madrid. Pero, como canta el Nobel Dylan, “No, no, no, it ain’t me, babe. It ain’t me you’re lookin’ for, babe». Al contrario. Venían con la segregación bien aprendida.
La Ordenanza que lleva perpetrando Inés Sabanés desde hace más de un año, es hija del cicloturista Pedalibre y, por ende, de Ramón Linaza, su ominoso asesor/segregador. Es una extensión de la sostenibilidad ciclopopulista que pilotan en los ayuntamientos “del cambio” esos derrotados gestores ecologistas que defienden al lince ibérico pero son incapaces de defender el derecho de un ciclista urbano a usar la calzada libre, frente al coche que luego acaba pillando a los linces. Una neo-movilidad, importada del norte de Uropa, que pone ruedas a los peatones, que penetra a través de la propaganda y de los niños, y que da ese barniz ECO a los Volkswagen. Por añadidura, esta Ordenanza, heredera de un Plan falsamente participativo, pretende aligerar los estertores de la ciudad de los apestosos coches y, esto es lo verdaderamente pernicioso, apuntalar la ciudad de los e-cars, insostenible, invasiva, imparable, que llega.
Estos verdecillos de Ahora Madrid llaman Sostenibilidad a reordenar, a recolocar las piezas en el tablero, no a jugar a otro juego. Ni ellos se creen que cambiando coches, motos y buses “sucios” por “limpios”, potenciando el sharing, excluyendo a los más sostenibles de la circulación, los ciclistas, y visualizando las bicis y los VMP/VMU en las zonas céntricas, para los turistas, y en los “ejes cívicos”, para los domingos, construyen una ciudad para las personas. El e-car, conducido por personas muy empoderadas tras las reformas anti-contaminación que propugna Uropa, será el E-mperador de la ciudad, una vez despoderados los verdaderamente sostenibles: los ciclistas, y los peatones. Subir a los ciclistas a los espacios peatonales es, por si alguno tiene dudas, despoderar a los peatones.
La Ordenanza ciclista que presenta Inés, y en la que se nota la mano de los técnicos municipales Joaquín Jiménez y Ana Rosa Llorente, además de las asignaturas pendientes de Carlos Corral, hace encaje de bolillos para, siguiendo los postulados del Plan Ciclista perpetrado por los segregadores a sueldo de GEA21, acabar con el Modelo Madrid. Dicho de otra manera, esta Ordenanza da la estocada final a esos empoderados de mierda que vienen a jodernos el invento de ganar las elecciones con una bicicleta por bandera. Aunque, ni el mismísmo Calvo, se metería con una BiciMAD por la aleta de tiburón de los Bulevares. Esta Ordenanza es tan tramposa, tan engañosa, como todos y cada uno de los procesos participativos que han dado lugar a ella.
Aunque la Ordenanza, en su articulo 184, empieza de puta madre vehicular y pudiera parecer que hay una apuesta decidida por la integración ciclista en la calzada, como un vehículo más, una lectura pormenorizada del resto del articulado, y lo que vemos a diario con las intervenciones en el viario pilotadas por el tal Calvo, con todas esas movidas promovidas pidiendo un carril bici en cada esquina, nos devuelve a la realidad. Una realidad que sienta las bases para una movilidad ciclista segregada, reducida la circulación integrada a las calles 30 o de coexistencia peatonal (ciclocalles), invasiva con los espacios y derechos peatonales y, por encima de todo, anti-Modelo Madrid. Una Restauración en toda regla.
Así, cualquier ciclista vehicular que leyera los apartados 2 y 3 se sentiría en el paraíso. No sólo no se sigue respetando la circulación por el centro del carril, el cambio de carril en los adelantamientos (5), o la clarificación de la “duda” de la circulación en paralelo, sino que se amplifica con el “podrán utilizar el resto de carriles para facilitar el itinerario a realizar o debido a otras circunstancias en las condiciones del tráfico”. Orgásmico… si Barcelona, siempre diez carriles bici por delante, no nos hubiera dado las pistas de esta falsa llibertat cuando tu ayuntamiento le dice a los automovilistas que estás segregat. Porque, lamento decepcionaros, se trata de un paraíso vehicular que no vamos a disfrutar ni de coña, porque, en cuanto esta panda de ciclopopulistas siembre de carriles bici/itinerarios la ciudad (Castellana, Gran Vía, Delicias, Arturo Soria…) no va a haber un Dios que se salga del carril bici y que ejerza, enfrentándose a unos automovilistas empoderados y cabreados, este derecho impepinable a usar toda la calzada. Tan solo un cambio en la “línea editorial”, un cambio político, puede seguir dando alas a esta parte del articulado que, por cierto, da el rejonazo definitivo al modelo Madrid, estipulando que las BiciMAD pueden quedarse sin pilas (Art 206.7). A eso vino Álvaro, a despoderarla.
Pero el mayor daño que hace esta Ordenanza a la ciudadanía de Madrid es que, en la práctica, va a subir a los ciclistas a las zonas peatonales y, por tanto, alejarlos de la calzada, cuyo usufructo va a quedar en poco más de un lustro para los e-cars. Esta Ordenanza, es tan fraude ciclista como fraude peatonal. Por desgracia, no me equivoqué al anunciar los desmanes con motivo de la única reunión que se mantuvo con los ciclistas urbanos. En aquella ocasión, destaqué una “tendencia clara a organizar la subida de los ciclistas a las zonas peatonales, en plan Uropa/Convivencia”, dije, “y que esta subida irá en detrimento de unos ciudadanos peatones a los que se les llama reyes pero que pierden las piedras preciosas de su corona a cada pedalada ciclista de Ahora Madrid”. Terminé diciendo que sería una Ordenanza “que ordenará a los ciclistas en la Sacrosanta Orden del Carrilbicismo Cicleatonil”. No me equivocaba. Por mucho que resalten a cada paso la “especial consideración” hacia el peatón o que se estipule su prioridad en varios puntos del articulado, en la práctica, esta reglamentación, incontrolable, abre la veda para que los ciclistas guays, maleducados, falsoprogres, usurpen las zonas peatonales y circulen por ellas a su antojo. Se trata de un fraude peatonal que se verá agravado por la irrupción, también incontrolable, de los VMP, y otros engendros con ruedas. Al final, los peatones, vamos a tener que ponernos ruedas en la suela de los zapatos. Crazy.
Lo primero que hay que dejar bien clarito es que la acera-bici, que ahora amplia su espectro circulatorio a las sillas de ruedas motorizadas, y su prima hermana, la pista-bici, esos modelos ciclistas anti-peatonales, pro-coche, no tienen visos de desaparecer, a mayor gloria de los “populares” y de estos progres guays, que han resultado ser sus hijos putativos defendiendo la de Serrano o la de O´Donnell, por los turistas y los niños de un cole, respectivamente. Se acabó, ya lo advertí, cualquier esperanza de bajar a los ciclistas a la calzada cuando en la primera reunión del Plan Director Ciclista Carlos Corral dijo que quería poner Madrid “a la altura de Sevilla”. El ciclopopulismo quiere que los turistas vean las bicis. Mientras, el General Motors, se parte el tubo de escape con esta asombrosa voluntad de los parias de convivir fuera de sus dominios: la calzada.
Lo segundo, es que mientras estos defraudadores se llenan la boca con las preferencias peatonales y zonas de especial protección peatonal, tres líneas más adelante, legalizan el mamoneo para que circulen las bicis y viene el Tío Paco, con las rebajas, legalizando en la práctica el cicleatoneo por toda la ciudad. Así, mientras que el artículo 153 señala con contundencia que “Las aceras y las calles y zonas peatonales son espacios preferentes para el tránsito y la estancia peatonal, quedando prohibidos con carácter general el acceso, la circulación y estacionamiento de vehículos” o, en el 185, “Con carácter general, y salvo lo expresamente indicado en esta Ordenanza, se prohíbe la circulación de bicicletas, calles y zonas peatonales”, en el 187.3 viene la “salvadora” ciclocalle, una zona de coexistencia entre bicicletas y peatones, y te habla de una limitación en “determinadas franjas horarias con carácter general o en determinados períodos en que se prevea una importante afluencia de peatones en la zona, lo que se regulará”, explica, “mediante la señalización correspondiente”, que, como todos sabemos, va a controlar la Policía Municipal con el mismo interés que controla, por ejemplo, la bajada y subida, hasta ahora ilegales, de bicicletas por la calle Montera, en donde tiene una comisaria, y todo.
Pero, por si esto fuera poco, el tocomocho alcanza ya lo inenarrable con el artículo 187.4. en el que se estipula que “con objeto de dar continuidad a un itinerario ciclista se permitirá el paso por determinadas áreas estanciales u otros espacios peatonales por las zonas de paso que se habiliten al efecto”. Más clarito: Fuencarral-Montera-Puerta del Sol, Carretas… y Arenal, y Preciados, la Cuesta de Moyano…o la mísmisima Plaza de Oriente cuando se aborde la reforma de la Plaza de España. Y quedan, lo he dicho varias veces, los bulevares de La Castellana “a lo Barcelona”. Adiós a las gloriosas peatonalizaciones del PP. Con esta frase, si nadie lo impide, estos tíos, dan carta blanca al cicleatoneo, porque no se va a bajar, o sea, convertirse en peatón, ni Carlos Corral, ni Ramón Linaza, ni siquiera el bueno de Miguel Andrés, de Pedalibre. Les sacaremos guapos en las fotos, que se peinen.
Termino. Esto de la Ordenanza que despedimos, me recuerda un poco a la Segunda República, a La lengua de las mariposas, y me acongoja esa sensación de que no ha dado tiempo para que los cambios, los de verdad, echaran raíces. Sus detractores, han puesto manos a la obra en cuanto han podido, usando toda la maquinaria municipal al servicio de los mamporreros, para impedirlos. Ahora, se ultima el trámite legal para la aprobación definitiva. Espero que haya algún grupo municipal que de la cara por los derechos de los ciclistas en la calzada y, sobre todo, por los de los peatones. Por mi parte, no entiendo una ciudad para las personas en la que los ciclistas usurpen los espacios peatonales, ni en la que esté obligado a usar un carril bici no obligatorio. Espero que venga otro gobierno que empodere,-si quiere, con otra denominación menos populista-, a los ciudadanos ciclistas en la calzada y que acabe con la segregación, que devuelva los espacios y derechos usurpados a los peatones por los ciclistas y otras malas yerbas y que elimine las aceras-bici, que devuelva las alas a BiciMAD como servicio público y alternativo al coche, y, esto va ser mucho más difícil, transforme la ciudad de los coches.
Creímos que nos iban a empoderar, y nos han despoderado. También, como peatones.
Por Carlos Blanco @deteibols