Desde la llegada de Ahora Madrid, los ciudadanos ciclistas de la capital estamos sufriendo un proceso de expulsión de la calzada sin precedentes que está anulando, a marchas forzadas, los prometedores y ejemplares avances integradores del denominado Modelo Madrid. A nadie le cabe ya la menor duda de que lo que pretenden estos posibilistas neo-segregadores es dejar vía libre a los vehículos a motor, bien apartando a la bicicleta de su camino en la propia calzada, bien subiéndola a las zonas peatonales.Y todo ello, dentro de una política ciclopopulista, más interesada en pintar de bicis la ciudad, aunque sea en domingo, que en borrarla, a pesar de las alharacas, de coches.
Ahora, también, parece que nos quieren excluir con la excusa del transporte público. Y, por lo que estamos viendo, están firmemente dispuestos a «sacrificar» la libertad de circulación de miles de ciclistas urbanos. El subdirector Carlos Corral, encargado de tan magna obra, ya ni lo disimula. Incluso, mete miedo.
Provisional
Con motivo del cierre de la línea 1 de Metro de Madrid el verano pasado, se habilitó en la avenida de la Albufera y su continuación, un carril bus provisional exclusivo para priorizar los SE de la EMT, que enseguida se amplió a taxis y motos y, desde octubre, ya es definitivo para todos ellos. Lo que en principio fue una medida aplaudida por todos los ciudadanos que apoyamos, categóricamente, el transporte público como alternativa al coche, está provocando muchas quejas por parte de los ciclistas en un itinerario que tenía como único inconveniente una prolongada pendiente.
Ante nuestros ojos, con la inacción de los gestores y técnicos municipales, se está produciendo un proceso de exclusión silencioso e irreversible que tiene la sangrante peculiaridad de estar provocado por un transporte público que, no deja de ser esperpéntico, convive ahora a las mil maravillas con el coche. En la práctica, los motorizados se han repartido un viario en el que, ahí está el quid de la cuestión, no cabe ni un misérrimo carril bici. Es lo malo, que el transporte sostenible bicicleta no tiene un Gerente que les defienda, y palmamos siempre que hay tarta.
No soy técnico y me niego a que todo el debate ciclista se ciña a la idoneidad o seguridad de la infraestructura ciclista. Eso es lo que quieren y hacia dónde nos llevan. Aquí, estamos hablando de derechos ciudadanos, de libertad de circulación, en el sentido más amplio de la expresión, y de la protección, no exclusión, de los más débiles, de los ciclistas. En el caso que nos ocupa, me resulta imposible comprender cómo se transforman las condiciones de uso de una avenida urbana tan transitada y no se tienen en cuenta los efectos que producirá en los ciclistas, y, lo que es peor, que se lo pasan desde hace meses por el arco de triunfo.
En mis numerosas visitas, he podido constatar que docenas de señales a lo largo de la avenida recuerdan la exclusividad de este carril, pero, ninguna, por ejemplo, la limitación de velocidad. En todos estos meses, no se ha implementado ni una sola medida de calmado del tráfico que, ahora, es una nueva autopista urbana para el bus y otra para el coche. Y en medio, con esta configuración de la vía, sin el refuerzo de un ciclocarril y de la señalética, resistimos los ciclistas. Por poco tiempo. Parece que esto es lo que quieren, que el acoso, ese ente abstracto que no pierde votos, santo y seña por excelencia del lobby del coche, facilite su trabajo. Mejoran a sus antecesores.
Intereses
Lo peor de todo, es que ya han salido reputadas voces ciclistas que asumen, y verbalizan, la exclusión, y que, incluso, trabajan por lo que ellos denominan las “alternativas”. Una vez más, los mamporreros se ponen el traje de salva-ciclistas en vez del de defensor de los derechos del colectivo urbano, que defendemos, con total independencia, otros muchos. Cuando los centímetros no dan, cuando no cabe el carrilillo salvador en zona urbana, cuando asumen que la batalla está perdida, te cuelan que tienes la “opción” de irte por calles aledañas. Incluso, te hacen un plano y un proyecto alternativo. Yo, como defiendo mis derechos ciudadanos con firmeza y respeto los suyos, les digo que se auto-excluyan ellos, hasta el infinito y más allá, de todas y cada una de las calles principales de la capital, si quieren.
Por si fuera poca la presión, otros ciudadanos, a los que se la trae floja y pendulona la vialidad y los derechos ciclistas, justifican la expulsión en aras de un denominado “interés general” del transporte público. Somos, a sus ojos, simples daños colaterales. Un concepto que se está empezando a extender como la pólvora y que lleva expulsando ciudadanos peatones durante décadas. Conviene recordarlo y no dar ni un paso atrás, a la vista de la corrupción que encierra tanto interés. Y conviene recordar que, BiciMAD, también es transporte público y que un día pasará por allí.
Mi experiencia
Como saben mis lectores, soy un ciclista urbano experto. He circulado numerosas veces en bicicleta por esa avenida, antes y después de la reforma. Las cinco o seis veces últimas, en el último mes, con una BiciMAD. Con la configuración actual del viario, está prohibido circular por el carril exclusivo del bus, taxi y motos. Además de la correspondiente sanción y del más que probable acoso del resto de conductores, nos exponemos a que si sufrimos un accidente estemos, no desnudos frente al tráfico, sino frente a la ley de las aseguradoras, que es mucho peor. Para contar con la protección de la agonizante Ordenanza, no nos queda otra que circular, en subida y en bajada, por el centro del carril de “resto de vehículos”.
Aquí, mi experiencia. He subido varias veces la inacabable pendiente hasta el Alto del Arenal por el carril de la izquierda a unos 15km/h, sin pitos, y todos y cada uno de los vehículos a motor que me han adelantado lo han hecho ilegalmente, circulando por el carril reservado. La experiencia me demuestra que sin ningún tipo de refuerzo de señalización y/o calmado del tráfico, mantener el tipo, a pesar del alto grado de respeto de los conductores que hemos conseguido, día a día, con nuestra presencia, está al alcance de muy pocos de nosotros sin una bicicleta de pedalada asistida. Vamos, que cada día que pasa si que el Ayuntamiento de Madrid asuma su responsabilidad de proteger mis derechos, un ciclista se acojona. ¿Eso es, exactamente, lo que quieren?
Planes
En el Plan Director de la Movilidad Ciclista, obra de Gallardón y recientemente actualizado a golpe de «decreto participativo» por Ahora Madrid, los segregadores profesionales de GEA21 marcan con claridad los criterios auto-exclusores que asumen, en nombre de todos, la derrota del ciclista en una ciudad de coches. En cuanto a las pendientes, el apartamiento organizado de ciclistas del camino de los vehículos a motor, no ofrece dudas. Un análisis más profundo de estos postulados nos llevaría a plantearnos las siguientes cuestiones: ¿Quién mantiene las autopistas urbanas actuales y quien está creando las del futuro? ¿Quién está creando las condiciones para una ciudad sin ciclistas en la calzada? ¿Hasta dónde están dispuestos, con estos planes, a apartar y subir ciclistas urbanos?
En la práctica, esta exclusión organizada ya tiene nombres de calle y, curiosamente, un principal beneficiario: EMT de Madrid. En la polémica actuación de Ascao/F.Villaespesa los técnicos municipales no dudaron en apartar ciclistas del camino del autobús, aún a costa de aplastarlos en un sándwich o mandarlos al dentista. Tras la presión de los ciclistas no clientelares, se colocó un ciclocarril 30 al lado que requirió un «libro de instrucciones» por parte de la propia EMT, la mayor beneficiada que, de tonta, no tiene un pelo. Una cosa es gestionar BiciMAD y otra, sacar adelante la EMT. Desaparecido, por cierto, el nuevo gerente/encargado de las bicis públicas, aún.
En la calle Toledo, Corral & friends se dejaron ya de estrecheces y mandaron a los lentos ciclistas, directamente, al otro lado de la calzada, poniendo en riesgo su integridad personal en las entradas y salidas del carril bici. Se trataba, ante todo, de dar vía libre al bus en la pendiente, que, los conductores, ya te mandan a «tu carril». Con la operación Albufera, el transporte público crea un peligroso precedente y se convierte en excipiente de ciclistas urbanos sin necesidad, siquiera, de la polémica del carril bici. ¡Quien me iba a decir que lo que no consiguieron Manzano y Gallardón con las aceras bici lo está consiguiendo Manuela con el carril-bus-taxi-motos!
Urge una solución, que no una alternativa, al asunto de la avenida de la Albufera. Si se aborda este tipo de configuración viaria, hay que tener en cuenta que, el beneficio del transporte público no debe conllevar, por acción y omisión, la expulsión de los ciclistas. De la misma manera que, como ocurre en Santa Engracia y otros muchos sitios, el perjuicio al coche, no tiene por qué llevar aparejada la segregación de los ciclistas. ¡Antes, al contrario! Si se calma la Gran Vía, la bicicleta tiene que integrarse. Si se calma para segregar, los ciclistas…ponemos la cama.
El asunto es más grave de lo que parece. Si los ciclistas urbanos empezamos a asumir, y a gestionar, nuestra propia autoexclusión de la calzada, nos estaremos convirtiendo en cómplices de un proceso que, en aras, ahora también, del interés general del transporte público, no parece tener límites.
Un proceso que olvida que, aunque montemos en bicicleta, no somos simples ciclistas, que, como ciudadanos, tenemos derechos fundamentales.
por @deteibols