Ayer leía dos noticias sobre la ciudad de Los Ángeles, ambas diferentes, pero a la vez relacionadas entre sí. En la primera comentaban los buenos datos oficiales que manejaba el ayuntamiento un año después de haber cambiado completamente la infraestructura, con carriles bici separados de los coches.
Allan Crawford, coordinador de la bicicleta de Long Beach, destacó que la idea detrás del programa para la bicicleta era permitir a la gente usar su bici de manera cómoda y segura donde quisieran ir. Y ese cambio en las infraestructuras ha ayudado a alcanzar el objetivo, con un resultado espectacular, 33% más de ciclistas, 13% más de peatones, y un 12% menos de vehículos. En lo que se refiere a accidentes, un 80% menos en los que involucraban a bicis, y un 44% menos si hablamos de vehículos. La velocidad media de tránsito descendió en las principales calles.
Además, la creación de los Bike Friendly Business Districts (Zonas de negocios adapatadas para las bicis), han hecho crecer el número de gente que se desplaza en bici a su trabajo, dejando más espacio para aparcar, lo que ha permitido a los que viven más lejos encontrar sitio para aparcar.
¿Y cómo se ha conseguido que el ayuntamiento de Los Angeles haya apostado tan fuertemente por desarrollar el uso de la bicicleta? ¿Quién es el «culpable? Aquí es donde hago referencia a la segunda noticia, en Los Angeles Times, un artículo sobre el alcalde: Antonio Villaraigosa.
Y es que este alcalde, en Julio de 2010, después de un entrenamiento, iba en bici con sus guardaespaldas cuando se les cruzó un taxi. Villaraigosa acabó en el suelo, partiéndose el codo. Un accidente que podríamos haber sufrido cualquiera, pero que sirvió para que el alcalde se convirtiera en defensor de la bici. Precisamente en una ciudad conocida por su tráfico hostil hacia las bicicletas, y como la que menos hacía por reducir la polución y congestión del tráfico.
Así pues, a raíz de esa situación, Los Ángeles ahora tiene tres grandes proyectos previstos en su agenda: 2700 km de carriles bici, CicLAvia una fiesta que se lleva realizando desde 2010, parecida a la fiesta de la bicicleta, con rutas libres de coches; y un programa de alquiler de bicis gratuito que empieza ahora y pondrá 4000 bicicletas en las calles.
Y la pregunta está clara… ¿El culpable de todo esto fue el accidente? ¿en serio? Villaraigosa dice que hay mucho más. Se ha referido a Copenhage y México. De cómo su visita a Dinamarca, con todo el mundo yendo en bici, incluso con temperaturas de -12 grados centígrados, con un 36% de los desplazamientos al trabajo y a la escuela en bici, y con el menor consumo de carbón del mundo, hizo que se lo tomaran en serio.
Además estaba el evento, el CicLAvia, que debe su fundación a que el alcalde de Los Angeles vió uno, de nombre Ciclovía, celebrarse en México. Este evento ha congregado en cada una de sus ediciones entre 100.000 y 200.000 personas. Animando a muchos a coger sus bicicletas para ir a trabajar desde entonces y concienciando a peatones y conductores. Un cambio total de paradigma.
¿Qué más necesitan nuestros responsables políticos para darse cuenta? Aquí tenemos un ejemplo de una ciudad complicada para la bici, como se ha transformado en apenas 3 años, gracias a que un alcalde ha hecho números, ha empezado a usar la bici, y se ha dado cuenta (por accidente) de que se podía (y debía) hacer algo más.
Fuentes: