La semana pasada se puso en contacto con nosotros Elia, una madrileña que sufrió un atropello por parte de un coche y que le ha supuesto no sólo los daños físicos en ella y en su bicicleta, sino que además ahora le da miedo coger la bicicleta, y, para colmo, la aseguradora del coche, después de ganar el juicio para dejarla sin la indemnización que pedía (poco para lo que había sufrido), ahora le reclama los daños en el coche.
Pero no quiero cambiar la historia, lo mejor es que haga un «copia-pega» del texto que nos ha facilitado:
Por favor, compartid si creéis que otros ciclistas deberían conocer mi experiencia
UN COCHE ME ATROPELLA POR DETRÁS CUANDO CIRCULABA EN BICI Y SU ASEGURADORA (“MMT”) ME RECLAMA AHORA LOS DAÑOS DE REPARACIÓN DEL VEHÍCULO
El 5 de junio de 2013 fui atropellada por un coche mientras circulaba en bici por Madrid y lo que ha pasado desde entonces me parece increíble y paradójico a más no poder. Después de un proceso en los juzgados que os describo a continuación, resulta que ahora es la Mutua Madrileña del Taxi (MMT), la aseguradora del vehículo que me embistió, quien me reclama 539,18 euros por la reparación del coche.
En vísperas del Día Europeo sin coches, quería compartirlo con vosotros, por varias razones. La primera, que si lo consideráis oportuno, me gustaría que lo compartieseis en redes sociales y que firmaseis en change.org, donde he puesto una petición para que la MMT retire su denuncia, que es lo menos que debería hacer, si les queda algo de vergüenza.
La segunda, que otros ciclistas urbanos sepan a qué atenerse si sufren un accidente en circunstancias similares. Y la tercera es simplemente por desahogarme, ya que me siento impotente.
Intentaré resumir, para que os hagáis una idea:
Día 5 de junio de 2013, sobre las 19:30 de la tarde. Visibilidad excelente. Yo circulo de la manera reglamentaria con mi bici por el medio del carril derecho de la Avenida de Asturias (que tiene tres carriles) en dirección a Plaza de Castilla. Llevo casco y chaleco reflectante.
De repente, siento un fuerte impacto por detrás, a la altura, más o menos, del número 55, en un tramo recto y cuesta arriba, y vuelo por los aires durante lo que me pareció una eternidad, aunque debieron ser unas milésimas de segundo. Un Seat Ibiza me había arrollado. Yo no oí ni pitido, ni frenazo, ni nada que me hiciera sospechar el accidente.
Caigo al suelo, aturdida y dolorida, me siento, compruebo que muevo las piernas y enseguida acuden unas decenas de personas que me dicen que me tumbe de nuevo, que no me mueva. Al rato llegan unos policías de la comisaría de Ventilla. Un poco después una ambulancia. Me ponen collarín y me meten dentro para llevarme al hospital de La Paz.
Tuve la suerte de caer con el trasero, una zona mullida. Contusiones y politraumatismo sin gravedad, pero igual podría haber caído en mala postura y dañarme la columna o ser arrollada por otro coche… En los días siguientes empiezo a ser consciente de que podría no haberlo contado. Me llevé el susto de mi vida y aún hoy no me atrevo a coger la bici por Madrid.
Tras comprobar en el hospital que no sufría lesiones internas y pasar una noche entera en observación, me dieron el alta. Las semanas siguientes, tengo varias sesiones de fisio y no puedo realizar las actividades diarias con normalidad (trabajar, hacer deporte, vestirme, asearme…).
Ni la conductora, que iba con un coche prestado de una amiga, ni el seguro del coche, me llamaron para ofrecerme correr con los daños de la responsabilidad civil.
Denuncié, para que al menos me pagaran la ropa, el casco y la bici (la rueda delantera estaba intacta, pero la trasera y el cuadro estaban dañados); poco más de 800 euros.
Y aquí pequé de ingenua. Para mí, vivido en primera persona, estaba tan claro el asunto, que no dudé de que todo iba a salir bien.
-Lo primero, confiaba en la ética de la conductora: si has estado a punto de matar a una persona por una distracción, lo menos que debes hacer es hacerte cargo de los daños materiales (aunque en ese supuesto, lo pagaría el seguro de su amiga: la Mutua Madrileña del Taxi). En la ambulancia, ella estaba más nerviosa que yo y me preguntó que si la iba a denunciar. Ahora pienso que era lo único que la preocupaba. En el juicio dio una clase magistral de cinismo y falta de escrúpulos.
-Lo segundo, al haber acudido al lugar del accidente la policía – aunque no lo presenciara – , creí que habrían recabado pruebas (fotos de la frenada, del coche y la bici…), testigos (la calle estaba llena), etc… y me equivoqué una vez más. Lo único que hicieron fue hacernos un par de preguntas a la conductora y a mí, que dimos versiones diferentes, y redactar con eso un informe incoherente que no aclaraba absolutamente nada.
-Tercero: confié en un abogado, amigo mío, que hizo todo con la mejor de las voluntades y al que estoy muy agradecida, pero que no es especialista en estos temas.
En el juicio yo conté lo que acabo de relatar y la conductora defendió que ¡la bici había atropellado al coche! que ella iba por el carril central y la bici había invadido de repente su carril, sin darle tiempo a reaccionar. Según ella, su velocidad era de 30 km/h.
Una versión que me parece totalmente inverosímil. ¿Cómo pudo colar? Aún hoy no me lo explico. Os puedo asegurar que yo no pedaleo a 100 km/h y menos ¡con una bici y cuesta arriba! Si el coche mantiene 1,5 metros de seguridad, a 30 km/h no es posible que la bici se te meta enterita en tu carril (la rueda delantera no tenía daño alguno. Sólo la trasera). Surrealista… El coche tenía abollado, o eso al menos alegaron en el juicio, el lado derecho del parachoques.
Resultado: la conductora salió absuelta por falta de pruebas. La jueza, y es mi opinión, creo que no se comió mucho el tarro. No sé si es habitual, pero ella dictó sentencia el mismo día del juicio. Mi abogado interpuso un recurso y al no aportar nuevas pruebas – pedimos que testificaran los polis y se negaron – , el juez de turno reafirmó la sentencia.
De haber sabido todo esto, y sirva de consejo para los ciclistas urbanos: en el lugar de los hechos el día del accidente, me hubiese ocupado de coger el contacto de testigos y hacer fotos con el móvil, aunque fuese desde el suelo y a la rastra. O pedírselo a alguien (o a la poli, que parece que no se les ocurrió); probablemente habría llamado a un perito que diese cuenta de los daños de la bici, ropa, etc…; habría acudido a un abogado que sepa lo que es enfrentarse a los abogados de una aseguradora, esos individuos que han vivido cientos de pleitos como el mío y saben cómo funcionan los jueces y cómo manejar los procedimientos para que el perjuicio económico de la compañía sea el menor posible.
Después de tragarme las dos sentencias, tuve que asumir que el susto y el miedo a coger la bici en ciudad no me lo iban a quitar ya, y que ni siquiera recuperaría el coste de mi bici, mi ropa, las sesiones de fisio…
Lo peor es que la cosa no para ahí. El pasado mes de junio recibo una denuncia de la “Mutua Madrileña del Taxi (MMT)” reclamándome 539,18 euros por los daños del coche ¡¡¡¡¡!!!!!¡¡A cuadros!! El asunto me ha quitado el sueño, sobre todo por la rabia y la impotencia que siento. Tengo el juicio el próximo día 8 de octubre y ahora pienso que lo que a mí me parece blanco y en botella a los jueces les puede parecer verde y en tazón. Y ya no es sólo el dinero que pueda perder (que tampoco me sobra, a decir verdad) lo que me fastidia, es la injusticia. Por eso os agradecería enormemente que dieseis al botón de compartir y echaseis una firmita en Change.org.
Como podéis ver es una historia de las que ponen los pelos de punta. Y cabrean. Si, cabrea mucho que haya un juez que no sea capaz de entender un mínimo de leyes físicas. Que los que tienen «mejores abogados» puedan conseguir que la ley, ciega ella, se convierta en su aliado. A lo mejor es por eso que es ciega. Y es por eso que se la puede «engañar».
Como reza al inicio «por si a alguien puede servirle». Unas recomendaciones, y conclusiones, en caso de accidente. Siempre buscar testigos. Siempre buscar un buen abogado. Y siempre buscar cuantas más pruebas mejor.
Y de paso insistir con el tema de la firma en change.org