Desde aquella tarde del mes de mayo estaba deseando volver a cruzarla en mi camino. Despertó mi admiración de ciclista urbano desde el primer momento. Era muy rápida, circulaba con aplomo por el centro del ciclocarril, y era tan intuitiva, que parecía tener rayos X. Ese estilazo y esa manera de circular en bici no eran, evidente, de por aquí. Su bandolera y sus vaqueros la delataban como urbana, pero: ¿De dónde? Hum. Sin pistas por el tipo de bicicleta, una mezcla extraña, o por una fisonomía que nunca vi de frente. Al subir el vídeo me arrepentí de no haberla parado, aunque hubiera llegado tarde al trabajo. Este mismo lunes por la mañana, tres meses después, me la crucé subiendo por Bravo Murillo. Ella bajaba. Apenas estaba amaneciendo y no llevaba el mismo casco, pero, era ella, seguro, con su inimitable coleta. Hice un cambio de sentido medio ilegal, me puse a su lado y grité:
-“¡Eh! ¿Puedes parar un momento?”.
“Claro”, respondió sonriente. Era Top Class.
Checa
Marie Osvaldova es una joven y simpática informática de Praga a la que conté que era la protagonista de uno de mis vídeos https://www.youtube.com/watch?v=M_XvK6_Kxzs y a la que no le importó contarme su relación con las dos ruedas. Marie se trasladó a Lyon en el 2009, luego estuvo cuatro años viviendo en Barcelona y ahora lleva poco más de un año en el madrileño barrio de Tetuán. Siempre lleva consigo su bicicleta eslovaca Kellys, con grupo Shimano Deore, con cuernos, y un poco modificada (guardabarros y sillín) debido a los robos sufridos en ambas ciudades españolas. Eso explica que lleve dos antirrobos en “U” y una gruesa cadena con macarrón azul anclada al tercero, y penúltimo, de sus sillines. Me cuenta orgullosa que se se la compró en el 2006 exclusivamente para participar en un medio triatlón en su ciudad natal, que ganó, y que apenas la utilizaba como medio de transporte por lo incómodo de los adoquines y las cuestas. Era, por entonces, más de tranvía. Fue al llegar a Lyon, “a medio camino ciclista” entre BCN y MAD, cuando empezó a desplazarse en bicicleta.
Comparaciones beneficiosas
Marie se considera una ciclista urbana “con experiencia” y “muy respetuosa” con los peatones. Prefiere circular por la calzada y los ciclocarriles-30 de la capital le vienen como anillo al dedo. Como circula rapidito, se siente muy segura por su amplitud en contraposición a los estrechos carriles-bici bidireccionales de Barcelona que provocan roces -ojo a las e-bikes– con otros ciclistas, que hay muchos más que aquí. Opina que, en general, esos carriles son más lentos porque, debido a las características calles perpendiculares -me hace un croquis en la libreta- esperas a los coches y atraviesas al mismo tiempo que los peatones. Aún así, asume que son muy convenientes para ciclistas con menos experiencia y ella misma los utilizaba a menudo en combinación con la calzada. Ha desarrollado la teoría de que las chicas montan más en bici por BCN porque visten de manera más “alternativa”.
Lo primero que hizo cuando vino a Madrid fue apuntarse a un cursillo municipal para conocer las normas que regían en la capital. Ese afán por adaptar su bicicleta al medio, la caracteriza. Cumple la ordenanza, respeta las normas de circulación -“respeta y exige respeto”- y es de las que explica a los conductores en los semáforos que si “el metro y medio, que me puedes hacer daño”, que si “por el centro, es mi derecho” y que si “¿no ves que en el suelo pone Bus-Taxi?”. Y lo cuenta de una manera tan sonriente y con una actitud tan pedagógica que resulta casi imposible que la manden a Praga. Apenas conoce nada del mundillo ciclista madrileño y la animo a participar, a aportar. Le cuento lo de la “Cívica” y lo de la “Crítica” y se posiciona claramente con la primera. “La gente de Barcelona está más acostumbrada a convivir con muchas bicicletas, aunque en Madrid, se respeta más a los ciclistas”, asegura TC. “El tráfico en allí es mucho más acelerado y apenas dejan tiempo a los peatones para cruzar, aquí, esperan”, concluye.
El timbre, el casco y la felicidad.
Marie se desplaza todo el rato por Madrid con su inseparable Kellys, incluso para ir de compras. Baja y sube de Tetuán hacia el centro y en la actualidad realiza trayectos de poco más de media hora. No suda o “un poquito” cuando sube Bravo Murillo. Hasta el momento no ha tenido ninguna situación de peligro. “Llevo el casco por los idiotas”, es su primera y única salida de tono en toda la entrevista. Se siente orgullosa de su manera de circular, de su anticipación, de saber colocarse en las rotondas –“en Atocha, fundamental saber por dónde vas”- y está “segura” de que, por ella, no lo necesitaría, que no provocaría situaciones de riesgo. Va siempre concentrada en el tráfico y nunca lleva auriculares o cosa parecida. En cuanto al timbre, un “I love my bike”, lo usa sólo cuando circula por la calzada pero es más de ir pegando gritos -aquí gesticula- “que se oye mejor”. Habla perfectamente castellano y francés, aunque olvidé confirmar si vociferaba en checo. Detesta que los ciclistas circulen por la acera o por el Anillo y que, encima, vayan tocando el timbre para que se quiten los peatones.
Se va acabando la entrevista y todavía no he conseguido adivinar por qué monta en bicicleta y por qué esa circunstancia la hace tan feliz. Salta a la vista que le gusta la pregunta. “Tengo carné, pero no conduzco. Nunca uso el transporte público. La gente que va en metro o en autobús va siempre con las caras perdidas, enfadadas, cansadas…no se les ve felices. Van todo el rato mirando la pantalla de su móvil y viven en un mundo irreal….Con mi bici”, abre los brazos y respira profundamente, ”voy más rápido, me siento más libre, hago deporte, es bueno para la ciudad, me siento conectada… y me da felicidad”. Sonrisa final. Confirmado: Top Class.