Los proyectos “estrella” de reforma de la Gran Vía y de la Plaza de España van a poner a prueba los principios de movilidad sostenible del gobierno de Manuela Carmena. Se acabaron los experimentos, los globos sonda y las rabietas de Esperanza Aguirre. Ahora Madrid, va en serio, y el próximo día 20 de febrero conoceremos, previa participación ciudadana, cual es la filosofía ganadora. Lo que resulte de la reforma del centro marcará, a buen seguro, la relación futura entre conductores, ciclistas y peatones: la distribución y usos del espacio público, las prioridades y las servidumbres. Será, además, el escaparate perfecto para los ayuntamientos «del cambio”, que ya gestionan, con un tic-tac de fondo, en modo electoralista/obras.
En Madridenbicicleta comentamos las propuestas esbozadas y nos preguntamos si para reducir el impacto del coche en la ciudad de la boina resulta imprescindible sacar a los ciclistas de la calzada, subirlos a las aceras y mandarlos a retozar a los parques. Dicho de otra manera: ¿Servirán estas reformas para devolver al ciclismo urbano madrileño a las cavernas populares o, de una puñetera vez, la bicicleta se convertirá en un medio de transporte alternativo -lo que prometían- al coche? Tengo motivos para ser pesimista. Dejadme vuestros hombros y sacad los pañuelos, que voy.
Proyectos
El grupo que ha decidido apoyar el Proyecto X escucha con gran atención mis razonables propuestas ciclistas y ciudadanas. Les pongo al día de dónde venimos, hacia dónde soñábamos ir,- ya, acorralados-, y hacia dónde contribuye a la segregación perpetua la idílica propuesta que defienden. Y lo entienden. Coincidimos desde el principio con eso de putear a Mr. Ford. Me parece fantástico el mensaje que se lanza de que el coche particular no va a ser bien recibido, estrechando carriles y mareando la perdiz, ni en la Plaza de España ni en el pasadizo-Gran Vía. Me gusta, también, el verde que respeta la propuesta y su espacio común, participativo. Y así, en medio de mi idílico sueño ciudadano, ay, llegan las bicicletas.
Los ciclistas del “Proyecto X: Wellcome mother Nature, good bye Mr. Ford” llegan por las aceras y circulan por los parques. Además, los tramitos que conectan con la civilización asfalto son tan segregados como la puñetera subida hacia la Gran Vía que justifica el concejal Calvo, a pesar del BiciMAD que municipalizaron y que nunca lucen en la solapa para justificar la red de carriles bici encargada a GEA21.
Aún así, reconocen que han aprendido “mucho” de vialidad ciclista desde que empezaron a estudiar el proyecto y se muestran muy “abiertos a apoyar» la introducción de ciclocarriles-30 porque, aseguran, que si la gente los quiere, es “muy sencillo” ponerlos. Digamos que, con este proyecto calmante, se darían las condiciones idóneas para integrar la bicicleta en la movilidad de la zona centro por la calzada, junto al re-domado coche, y quedaría un amplio margen para dejar las zonas peatonales y verdes para el ocio.
El otro proyecto finalista Proyecto Y: Un paseo por la cornisa me noquea desde el momento en el que en el vídeo dicen eso de “Imagina un paseo como Madrid-Río por el centro de la ciudad (…) desde el Parque del Oeste…incluso más allá”. En el lenguaje ciclista, eso significa prolongar la obra cumbre de Gallardón que más conflictos ha creado entre ciclistas y peatones, y que andaban los técnicos municipales diciendo que iban a solucionar, si eso. En el lenguaje segregador de toda la vida, significa os vais a jartar de circular por los parques y jardines, como las ardillas urbanas que quieren que seáis.
A falta de explicación tête á tête, las fotografías de las aceras bici de fresa se me indigestan y me da ardores de estómago pensar en la fábrica de cicleatones de menta-poleo que va a espolvorear por las calles aledañas. Lo mismito que la ocurrencia de plataforma única de la Gran Vía que amenaza con neutralizar a cicleatonazos las gloriosas peatonalizaciones de las calles Montera, Arenal, Fuencarral o Preciados.
Conclusiones
Las aceras bici representan el apartamiento de los ciclistas de la calzada para no molestar al coche, a costa de usurpar el sagrado espacio de los peatones. Eran un modelo caduco hasta que Carlos Corral amenazó con ponernos “a la altura de Sevilla” y, poco después, con reformarlas. Las incómodas e inútiles aceras bici, aunque les cambien el nombre cien veces, son la mayor derrota posible frente al coche y la mayor agresión posible a los peatones en su propio terreno.
Además, usar los parques como vías de comunicación ciclista, nos lleva a reeditar la nefasta esencia del Anillo Verde que tantos ciclistas de ocio y deporte fabricó y centrifugó en la capital, y que a tan pocos “de transporte”, motivó. Establecer la vialidad de la bicicleta en la zona más céntrica en base a las aceras, zonas peatonales y parques, sería entendible dentro del programa de un partido Popular que, en ningún momento, ha dado muestra de enfrentarse a los conductores. Emularle con este tipo de propuestas excluyentes de ciclistas urbanos, actuales y futuros, nos devolvería a una etapa que creíamos extinta, pero que, paradójicamente, en la lucha contra el coche, reverdece.
¿Acaso, para luchar contra el coche, y la contaminación que provoca, resulta imprescindible excluir, por arriba y por abajo, a los ciudadanos ciclistas de la circulación? ¿Es que no se dan, por fin, las condiciones más favorables posibles para que las bicicletas puedan circular por el centro de la calzada? ¿Acaso, los peatones, tienen que pagar la factura de calmar a los conductores entrando en conflicto con los ciclistas de BiciMAD? Por lo que veo y por lo que no veo, parece que si. O el ayuntamiento de Carmena hace valer su «acción de oro» en la buena dirección, o los ciclistas urbanos del cambio, del verdadero cambio, tendrán que defenderse y, por añadidura, defender a los ciudadanos peatones.
Por @deteibols (Actualizado 26/01/17)
Las fotos aparecen en los dossieres de cada uno de los proyectos, y se indican. La foto de portada pertenece al Proyecto X..