Madrid, a 24 de agosto de 2019.
VIENA forma parte de mi vida desde que mi hijo mayor, Christian, decidió hacer la suya allí hace más de un año. Cuando hicimos la mudanza, en tan solo un par de días, no presté atención a las bicicletas. Pero he de reconocer que se me caía la baba, como a un niño chico, cada vez que pasaba alguno de aquellos rojos y veloces tranvías que nunca vi por Madrid. Entonces, fue todo muy apresurado, pero con el rabillo del ojo, me llevé una magnífica impresión de la monumental belleza y de las posibilidades culturales de la capital de un Danubio/Donau, que es verde, y de sus célebres Cafés. Sabía que tendría que volver.
Sin embargo, el incómodo control a que me vi sometido con miradas y gestos de reprobación evidentes a comportamientos que a mi me parecían correctos, me dejaron intranquilo ¿En que Sociedad, avanzada o represora, estaba aterrizando mi «polluelo»? Viena, la Vindobona romana, es una ciudad «de orden», con ciudadanos poco extrovertidos, limpia y segura hasta la ejemplaridad, en la que todos y cada uno sus peatones y ciclistas respetan los semáforos,- y te miran mu mal si no lo haces- , y en la que no hay tornos a la entrada del U-Bahn (Metro) En unas fotos, os dejo unos detalles para vayáis decidiendo.
Pues bien, cinco días de agosto en familia, una wochenkarte fundida y unos pies agotados, un paseo nocturno en Citybike y un montón de explicaciones, ya de primera mano, me van a dar para este reportaje «ciclista» y para ofreceros mi punto de vista acerca de la Movilidad y algunas costumbres vienesas. Para empezar, id sacando un euro.
UN EURO AL DÍA
En Viena, están metiendo mano al coche. Las cifras, confirman que de lo lindo. Y no son las bicis. Y no es el carsharing, ni el motosharing, esas mamandurrias que nos han colado de rondón los verdecillos de Madrid y que enriquecen a los inversores privados a costa de la precariedad laboral y de los espacios y derechos públicos. Aquí, en esta capital centroeuropea, libre como pocas de la contaminación, no venden reconversión del parque móvil ni cambio de tubo de escape. Venden, abonos anuales de transporte público. Unos 822.000 en el año 2018.
En Viena, cambian coches por transporte público, no por otros coches.
Los folletos que pone al alcance de cualquiera la Winier Linien, algo parecido al CRTM de Madrid, lo confirman. La apuesta que vienen haciendo desde hace más de una década las autoridades por el transporte público es inapelable, rotunda, y, a la vista de los resultados, parece que seducen a los automovilistas de Viena y alrededores, muchos más, para que dejen el coche en casa. En la práctica, he podido comprobar que los enlatados cada vez tienen menos sitio en donde aparcar. Hay varias estrategias. Mirad.
Sin duda, la apuesta «estrella» es la jahreskarte, un abono anual que te permite usar el transporte público por 365 euros. También hay pases semestrales para jóvenes, mensuales, de fin de semana, para estudiantes, para turistas…en unas condiciones económicas muy ventajosas. Desconozco cual es el importe medio de las pensiones de jubilación en Austria, pero hasta los 235 euros anuales que pagan los más mayores, me parece tentador.
Por nuestra parte, gracias a una tarjeta denominada wochenkarte que compramos en el estanco de la estación a la que llegamos desde el aeropuerto (12,60€), hemos podido desplazarnos sin límites, por 17.10 euros c/u, por la denominada kernzone, usando el metro, el tranvía y el autobús. A pesar de que era agosto y había obras para reposición de los raíles del tranvía en varias zonas céntricas, la eficacia de uso ha sido excepcional. Los trenes nunca se paran en los túneles, ni más de lo necesario en las estaciones, y pasan con mucha frecuencia. Los tranvías, da igual que el modelo sea antiguo o moderno, vuelan. Aquí, alguien está gestionando y regulando el tráfico, muy bien. Mi hijo, que no tiene carné de conducir ni usa la bicicleta, se desplaza caminando y en transporte público. Viena es una ciudad bastante plana y es una delicia mirar los edificios y encontrar sentido a las cosas, en plan flâneur
BICIS ENCARRILADAS Y CICLISTAS «TIMBREROS»
Viena ocupa el noveno lugar, su mejor puesto desde 2011, en el bikefriendly y carrilbicero Copenhague Index 2019, tras la emergente París y, sin embargo, no me ha sorprendido la presencia masiva de bicicletas, salvo, y sin alharacas, en el estrecho corredor que recorre el cauce del Danubio y que conecta varios países. En cierto modo, es lógico. En esta radiografía ciclista estival, los enormes aparcabicis de las universidades, de la estaciones intermodales, de los colegios de barrio, se encuentran casi vacíos. Habrá que volver en septiembre para comprobar cómo se visualiza un reparto modal que alcanza el 7% pero que, ya en 1993, era del 3% ¿Es esta una progresión significativa? ¿Ha tocado techo el uso de la bici como medio de transporte en Viena, en detrimento del TP, a pesar del reconocimiento? ¿Para cuando un Índice que respete los derechos y espacios peatonales?
Por otra parte, y una vez recorridos todos y cada uno de los lugares emblemáticos, he constatado que el uso turístico de la bicicleta es muy inferior a ciudades absolutamente invadidas como Valencia o Barcelona, lo cual sorprende teniendo en cuenta que se anuncian 1.300 kms de «bike paths» y que toda esta plana ciudad, con algún repechito puntual, es muy pedaleable. Hay bicis de alquiler «tipo Donkey», incluso con alforjas azules para travesías por el Danubio, pero no he visto flotas como Mobike. También hay bicirepartidores, pero muchos menos que en Madrid. Me ha decepcionado que se esté permitiendo llegar tan lejos a los irreverentes patinetes eléctricos de alquiler. Viena, la muy ordenada, pierde más que gana con estos advenedizos y, más pronto que tarde, tendrá que tomar una decisión al respecto.
El servicio público de bicicletas se llama Citybike -nula imaginación- y tiene más de 120 estaciones distribuidas por toda la ciudad. Se trata de las típicas bicicletas de tres marchas, con freno trasero de contra-pedal y delantero convencional, más que suficientes para circular por las aceras bici y sendas bici, sorteando a los peatones. El proceso para darse de alta en el tótem con la tarjeta de crédito y contraseña es un poco largo, pero es intuitivo y la pantalla no falla. El coste del registro es de 1€ y la primera hora es gratuita. Si no encajas correctamente la bicicleta a la estación hay una penalización de 20€. Mi paseo nocturno resultó inquietante porque Viena es una ciudad muy oscura, incluso en verano, y resulta difícil seguir los trazados de los carriles bici, obligatorios, tanto el acera como en calzada, y sus indicaciones en los cruces. Tenía que decidir todo el rato hacia donde ir y hacia donde no ir, y no sabía si me iba a salir un tranvía o un Audi de la nada.
En cuanto a la «infraestructura ciclista», habría que decir que la mayoría de los carriles bici discurren por zonas peatonales, aunque también hay mucha segregación en calzada (unidireccionales y a la derecha, con o sin banda de aparcamiento, o a distinto nivel de la acera), mucha Zona 30-20/S-28, muchos SRB (Sentido Reservado Bicicletas) y «permitido bicis», y un buen número de calles libres en las que hay que convivir con los raíles del tranvía y con unos veloces coches que han hecho de ellas su dominio. Una tarde de carreritas mi mujer me dijo: «¿Dónde están las señales de limitación de velocidad, como en Madrid, o los radares?». No supe que responder.
Aquí, un muestrario de todas las configuraciones comentadas para que saques tus propias conclusiones.
Para comprender la movilidad ciclista de esta ciudad hay que empatizar con carácter de estos ciudadanos. Jugar a vienizar Madrid, o al contrario, sería ridículo. Os doy algunas pistas. No hay apenas cicleatones, aunque si muchos vemepones turistas. Las zonas peatonales sin carriles bici son muy respetadas, y en las muy concurridas y comerciales calle Graben y otras del primer distrito aledañas de la Stephansplatz (por la catedral de San Esteban) nadie circula en bici fuera de las horas permitidas. Ni despacito, ni con cuidadito, ni en plan guay…aquí, se bajan. Las prohibiciones para circular por parques o zonas de mucha concurrencia peatonal o turística son muy frecuentes, así como la de aparcar en determinados lugares no expresamente dedicados a las bicis. Creo que esta circunstancia es un mezcla, allá cada uno con los porcentajes que quiera y/o necesite, de educación y de sanción. A mi hijo, todavía le duele una primeriza sanción de 105 €.
Para terminar, me gustaría comentar un detalle que me ha decepcionado. Los ciclistas vieneses, muy veloces en su circulación por los carriles bici por zonas peatonales, con separación de espacios o no, «resuelven» los conflictos con los peatones a timbrazos, para que se aparten. Esta circunstancia me resulta contradictoria comparada con el alto nivel de respeto que demuestran, y exigen, a los demás ciudadanos en otras facetas de la vida cotidiana. He de confesar que he mandado a alguno a Parla, en un inglés cristalino, aunque no se si ha ido, porque esta gente, como me explicó mi hijo, elude cualquier tipo de enfrentamiento o disputa. Simplemente, siguen su camino. Muchas veces, a costa de los peatones.
Por @deteibols Texto y fotos. Excepto la foto de portada, que es de Cristina.