Bueno, pues resulta que hoy, en mi trayecto habitual para venir al trabajo en bicicleta, bajaba por Alfonso XII desde la Puerta de Alcalá cuando en la rotonda que hay justo donde termina la cuesta Moyano me encuentro con un coche que viene en sentido contrario y realiza el giro en la rotonda para cambiar de sentido.
Para realizar el giro, cualquier vehículo tiene que ceder el paso al que, como yo, va en dirección Atocha. Vamos, que hay un ceda el paso como una catedral en dicha rotonda. Quien conozca la calle sabe que en ese punto empieza una bajada más rapida, y que es un llano por el que se circula bastante rápido. De hecho, yo iba pedaleando a algo más de 30 km/h, y, en mi bicicleta de carretera, cogido abajo en el manillar por si tengo que frenar con más fuerza.
Pues cual es mi sorpresa cuando el coche después de reducir la velocidad para realizar el giro y aparentemente frenar para cederme el paso, inicia de nuevo la marcha. Como no tenía acceso rápido al timbre, instintivamente grito: «Eh! Eh!». A lo que el conductor me responde (iba con la ventanilla bajada) «¿Eh, eh qué?».
Desde aquí mi más sinceras disculpas a este conductor por entorpecer su circulación, a pesar de que yo tenía la prioridad, y aún siento más haberle molestado por advertirle de mi presencia no vaya a ser que me atropellara… En realidad lo hacía para no estropearle el coche y un montón de explicaciones si llegaba a chocar con él por saltarse un ceda el paso y probablemente provocarme alguna lesión grave. Y eso sin tener en cuenta el estropicio que le hubiera causado al coche…
Hay que joderse.