Hace unos días recibí una llamada. El mensaje, resumiendo, fue: «Lo siento, tienes que ir a la oficina. Recursos Humanos no te puede hacer el justificante. Será solo un momento y con el carnet de prensa te debería valer, pero si no, la empresa se hace cargo de la multa. Tampoco podemos darte una plaza de parking porque no puedo hacer la gestión, pero no creo que haya problema para aparcar en la zona».
La oficina, la redacción del periódico para el que trabajo, está en el barrio de San Pascual. Ese barrio «enjaulado» entre la M30 al oeste, la salida de la Carretera de Barcelona (A2) por el norte, Arturo Soria por el Este y el popular Barrio de La Concepción al sur. Ubicación del Tanatorio de la M30, la Mezquita de Madrid y de una gran cantidad de edificios de oficinas agrupados en torno a la calle Torrelaguna, Martínez Villegas o Condesa de Venadito, como el icónico edificio los cubos madrid, que acaba de ser restaurado por completo.
Para llegar, tengo solo 8 kilómetros, y mi principal miedo era cruzarme con la policía y que, a pesar de ser prensa, me multaran. Y aunque en un principio había pensado ir en mi moto eléctrica para minimizar el riesgo de accidente y no saturar las urgencias llegado el caso, justo esa noche, decidí que iría en bicicleta. Con mi experiencia pedaleando no debería pasar nada, por un lado y, por otro, dado que voy a «escaparme» legalmente por unos minutos, que me sirva para despejar la cabeza en este duro confinamiento.
Llegado el momento me entró alguna duda, sobretodo porque en Twitter he leído que hay gente a la que insultan en su trayecto en bici al trabajo y que han tenido que buscar caminos alternativos. Yo no puedo, ni quiero, dar mucho rodeo, así que me expondré. Pero también me he vestido especialmente «de oficina» y mi bici clásica no invita a pensar que estoy haciendo ejercicio. Como cuando empecé a trabajar aquí, vine un domingo a primera hora para familiarizarme con el recorrido, espero encontrarme con lo mismo: calles muy vacías, poco tráfico y unos 25 minutos por trayecto.
La sensación de salir de casa, aunque parezca un domingo es apabullante. En lo personal, sentimiento agridulce. Por un lado la euforia de poder salir, además pedaleando, las endorfinas del ejercicio y esa sensación de bienestar. Pero por otro lado no dejas de tener presente el estado de alarma, ese «virus» que aunque sepas que solo se transmite por contacto se percibe flotando en el ambiente. Llevo, a pesar de que el aire es el más limpio en años, mi máscara de Respro City con filtros nuevos. Y, como era de esperar, aunque más tarde de lo que creía, me paró una patrulla de la policía municipal.
Por suerte no me interceptaron (menudo susto), sino que llegaron a un semáforo en el que estaba parado. Y como no soy de mentir les fui completamente sincero:
Me ha llamado mi jefe, me ha liado, y me ha hecho ir a la oficina. Yo incluso no debería estar aquí, que soy grupo de riesgo…
¿Y no te han facilitado ningún documento?
Me han dicho que en principio, con el carnet de prensa, no tendría problemas….
Miran el carnet de prensa, me piden el DNI, se miran, me miran con cierta indulgencia y al final me dejan seguir con un «para la próxima pide el justificante porque con la ley en la mano te podríamos multar». Está bien que mantengan la tensión, forma parte de su trabajo. Lo raro es que no me hayan sacado el tema «ve con cuidado con la bici, que las urgencias no están para atender a nadie…». Creo que el outfit y la bici ha funcionado para transmitir experiencia y seguridad.
En López de Hoyos he visto más gente, mascarillas y guantes, algún ojo inquisidor desde la ventana. Pero no he recibido insultos. En cuanto al «peligro», entiendo el mensaje. Hay que tener cuidado, me he cruzado con muy pocos coches. Menos incluso que un domingo a primera hora. Pero no estamos libres de sufrir un accidente, aunque sea por despiste. Con esto quiero decir que si alguien está pensando en empezar a ir a trabajar en bici y su trabajo es de los necesarios para el país, según el gobierno, quizá no sea el mejor momento de lanzarse a las calles. Cuando haya pasado todo, ya veremos.
En la zona de oficinas lo más impresionante ha sido comprobar que, literalmente, no hay vida. Una zona que al ser de oficinas tiene muchísimo movimiento a diario: trabajadores, restaurantes de menú, repartidores… Una zona que todos reconocemos cuando pasamos por la M30 y vemos el logo de Iberia o ese edificio los cubos, que a mi personalmente me llamaba muchísimo la atención de pequeño, que cuenta con buena comunicación en coche, pero mejorable en transporte público lo que le da mucha vida con gente yendo y viniendo de los metros de Avenida de La Paz o Barrio de La Concepción. Muchas motos, compitiendo por un hueco en el aparcamiento específico para motos que hay en Condesa de Venadito 1. Ver todos los restaurantes cerrados, el VIPS, también (la empresa se ha acogido a un ERTE), el gimnasio Basic Fit, también… Tan solo he visto abierto el SuperCor cercano. Aunque no he bajado hacia la Avenida de Badajoz donde hay más supermercados y galerías comerciales con carnicerías, fruterías y demás y, donde supongo, habrá más vida «de barrio».
He hecho el trabajo, una tontería que no he podido hacer desde casa, que no me ha llevado ni una hora, y vuelta a casa. Curiosamente a la vuelta no he visto ni un coche de policía, también la vuelta suele ser más rápida que la ida. Y ahora en casa, solo pienso en lo impresionante que ha sido la experiencia. No por gusto, pero el pedalear sin apenas coches, sin gente… Y me arrepiento de no haber parado para hacer ninguna foto, pero no quería alimentar la sensación de estar «haciendo turismo».
Los que estáis yendo al trabajo en bici en este estado de alarma ¿Cómo son vuestras experiencias?